Editorial de la Escuela de Cine de Chile, Marzo 2010

SOMOS LOS MISMOS, PERO SOMOS OTROS

El deambular del nómade se diseña en torno a ejes centrales desde los cuales dibuja su cartografía. Los cineastas nómades de nuestra comunidad, si bien no transitan por los grandes caminos conforman huellas y sendas que los vinculan a las generaciones anteriores o simplemente conforman atajos que les permiten literalmente brincar desde un punto a otro sin necesidad de transitar por la totalidad de la historia cinematográfica. Sólo rastrean aquello que les interesa, lo posible al interior de un equipaje liviano.

Los nuevos dispositivos de grabación, copia y reproducción se transforman en las herramientas adecuadas para satisfacer la necesidad de actualidad. La generación de la identidad latinoamericana es desplazada por aquella del canibalismo mestizo, ya no se busca la quietud, seguro de lo reconocible sino las ambivalentes posibilidades de lo inestable, lo inseguro y lo imperfecto. La revolución es desplazada por el pequeño motín, la seguridad del modelo industrial por la titubeante estrategia de la microproducción. No hay miedo al negocio o al arte del cine sólo hay cambio de reglas.

La imperfección se presenta como una opción a las maneras preconcebidas del cine institucionalizado. No se trata de trabajar con torpeza o evitar el refinamiento sino más bien de desaprender el exceso de cortesía del relato. Las formas esclavizadas a un quehacer sustentado en lo reconocible, lo previsto, lo comprobado. El cine sedentario se configura en su semejanza con las maneras preestablecidas: el cine chileno se considera exitoso cuando logra presentarse con la apariencia de lo que supone es un filme correctamente realizado. Es la semejanza la que se busca y no las discrepancias con el modelo homogenizador.

El sueño de la industria nacional pretende capturar los ejercicios, definir los caprichos, normalizar la excentricidad, y por sobre todo encarecer la pobreza presentándola como la justificación de nuestras falencias técnicas y no como la catalizadora de nuestra disidencia. No se trata de hacer un cine de la miseria sino un cine de la diferencia y esta se encuentra vinculada indisolublemente a las maneras de producir y realizar un filme. Nuestra Escuela de cine no es el sueño de la industria nacional sino su puesta en práctica en la escala necesaria de nuestras necesidades y capacidades. Somos realistas, en cuanto reconocemos nuestras diferencias y la necesidad de ensancharlas.

Realismo pragmático que se vincula a las micro poéticas del cine contemporáneo. Nuestra ética de trabajo ha devenido en nuestra estética: “vivir y dejar vivir” como el cowboy del imaginario norteamericano – nómada por excelencia- que no necesita imponer sus criterios sino simplemente asume las condiciones de su contexto. Nuestros alumnos no pueden esperar cinco años entre cada filme que realicen en el futuro, pues luego de diez solo habrán filmado dos películas…se precisa operar desde la carencia sin ningún tipo de espíritu ascético o sensibilidad social, se debe impulsar el placer de la realización, reencantar la habilidad técnica, la manualidad de lo digital: una generación de amateur virtuosos comienza a operar en Chile, jóvenes artesanos que han canibalizado sin problemas la tecnología y el imaginario de la narración industrial para integrarla en su propias obras.

Las nuevas maneras del cine que deseamos encarnar, no sólo son producto de la necesidad económica sino también de la posibilidad de canibalizar los imaginarios ajenos, lo foráneo ya no era lo adverso sino lo buscado. La revisión de estrategias formales y técnicas se ha transformado en una experiencia original, al igual que en la lógica japonesa de la imitación como base de la originalidad, el cineasta caníbal busca su experiencia subjetiva en las imágenes de otros. La solución de nuestros filmes se encuentra en la formas de un filme aún no contemplado.

Cuando nuestro cineasta nómade deviene en caníbal, en pirata, y plagiador, desplazando la identidad y abrazando la hibrides, la necesidad de la originalidad y la hipótesis de lo chileno criollista ya no sólo es un problema sino un estorbo. El proceso de creación se vincula al de digestión. Finalmente contemplábamos aquello de lo cual estábamos marginados: el cine chileno comenzaba a ver el presente y nuestro presente se encuentra en nuestra escuela.

Somos los mismos, pero somos otros: Irreflexivamente metódicos, irremediablemente nómades.

Miguel Ángel Vidaurre

Director Académico

Escuela de Cine de Chile

Marzo, 2010